Juan Ramón Jiménez

sábado, 8 de enero de 2011


A lo lejos resonaban las cadencias de un piano

que gemía las nostalgias de una mágica canción,
y extasiado en la amargura de aquel éxtasis lejano,
derramaba triste llanto mi doliente corazón.

Yo soñaba en la ternura suave y lenta de la mano
que arrancaba del piano tan amarga vibración,
y mis besos se perdían en la bruma del arcano
que absorbía con su sombra la dulcísima aflicción.

¡Ay, quién sabe si aquel alma era hermana de la mía
y soñando con mi alma mitigaba su pesar!
La agonía de sus quejas era igual que mi agonía,
su sollozo melancólico me obligaba a sollozar...
¡Oh, las almas que se adoran de una tarde en la armonía
y consuelan sus martirios sin poderse nunca amar.





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